¿Alguien puede
recordar cuándo fue la última vez que sintió el aleteo de la anticipación
revoloteando por
su estómago? ¿Cómo fue sentir esa primera caricia? ¿Ese primer
beso? ¿Esa vertiginosa sensación de que
puedes comerte al mundo, y no al revés?
I Imagino que si
tienes quince años lo recordarás perfectamente, ¿pero y si resulta que la vida,
en su
estado inmisericorde; ha decidido que cumplas los cuarenta o incluso los
cincuenta, o más?
Ah, amigo o
amiga, eso ya es otra cosa.
Es más que
evidente que han transcurrido demasiados días y demasiadas noches.
Intentas hacer
memoria y recuperar alguna de esas sensaciones, pero no consigues ninguna de las dos cosas.
¡Vaya!, o te lo
has pasado mejor de lo que pensabas o las neuronas empiezan a hacer de las
suyas.
Entonces te
sientas en la cama, te estrujas el cerebro y piensas: “Lo que necesito es un
novio”. No, borra
eso. “Lo que necesito es una buena motivación” “Y un café,
que no se me olvide el café”.
Y con esas
cuantas palabras mágicas tus párpados se abren de par en par y saltas de la
cama como si
estuviera llena de chinches.
Una vez te has
preparado el café, la infusión, la leche con cacao o lo que suelas tomar, le
añades un par
de tostadas con mantequilla y mermelada ─no le tememos al colesterol, somos, ante todo, aventureros─ y
te haces con papel y lápiz. Un
sorbo, un bocado, un fruncimiento de ceño y tu mente continúa tan en blanco
como hace un rato. No te desanimas, por supuesto que no, porque tenemos la
opción de empezar a
mordisquear el lápiz. Lo hacemos, ¡qué narices!, ya sabemos
que somos invencibles y que nada nos detiene en
la búsqueda de un nuevo reto,
de una nueva emoción.
Creo que es mi
deber explicarte, que esta actitud tan audaz solo es aplicable en el caso de
que te decidas
por escribir. Si pretendes, por ejemplo, pintar un cuadro, ni se
ocurra meterte la brocha en la boca, que igual
te ahogas o te intoxicas y no me
gustaría ser la responsable de que acabaras en la camilla de un hospital, con
una intoxicación de padre y muy señor nuestro y con un médico, que de buenorro
no tiene nada, mirándote
con aire de superioridad y pensando que tienes de
inteligente lo que él de zafio.
No, no te
alarmes. Es sencillo. No es cuestión de matarse en el intento, solo de buscar,
encontrar y llevar a
buen puerto esa búsqueda de las emociones olvidadas.
Si descubres
que lo que quieres es ser el hijo de Satán, pues adelante, ¿quién te lo impide?
Está bien,
borra también esto, puede que los verdaderos hijos de Satán no se
sientan muy cómodos teniendo que
compartir el Inframundo contigo y decidan
asesinarte. Lo siento, pero no vamos a tener en cuanta esa opción.
Ahora pues, si
lo que deseas es ser irresistible, ligar y volver a sentir como cuando todavía
no te había crecido
pelo en las axilas, podemos intentarlo. Si tu nueva meta es
escribir un libro, puedo aconsejarte. Si
prefieres desenvolverte con gracia y
soltura sobre una pasarela de moda, búscate a otra, lo mío no son la
gracia y
la desenvoltura. Si por el contrario te gustaría dar dos pasos seguidos en una
pista de baile mientras
unos cuantos pares de brazos se extienden impidiendo
que caigas al suelo como si fueras una vaquera
borracha, soy tu chica. Y no, no
tiene nada que ver con el alcohol consumido, de hecho, soy abstemia. Es
más
bien cuestión de coordinación. De mala coordinación, quiero decir.
En fin, no me
mires con esa cara, nadie es perfecto.
Y además,
todavía tienes tu taza de café sin tocar.
De cualquier
manera, son casi las nueve de la mañana y tenemos muchas cosas que hacer.
Piénsate bien en
qué invertir tu tiempo de emociones perdidas y lo estudiaremos
con calma. Mientras tanto, seguiremos con
los consejos de cómo escribir un
libro.
¿Cómo dices?
Ah, si tú lo dices…
Está bien, me
has convencido, dejaremos lo del libro para más adelante y nos dedicaremos al
bello arte
de “cómo acercarte a alguien que te guste y poder darle un beso, un
achuchón, y, si me apuras mucho, hasta
un buen revolcón en la primera cita sin
que te denuncie después por acoso”.
Qué le vamos a
hacer, experiencias que tiene una.
De cualquier
manera, yo creo que lo mejor será que empecemos por rememorar recuerdos casi
enterrados
por una capa de “qué le vamos a hacer, la vida pasa” y dejar que
afloren a la superficie de nuestra
memoria. Veréis que son únicos e
inmejorables y que con ellos se recupera algo de nuestro antiguo yo. Algo
de la
magia que creemos haber perdido. Regresa la sonrisa, atisbamos a ver un trocito
del inocentón
o la inocentona que llevábamos dentro, el mundo vuelve a estar a
tus pies ─y no porque te
encuentres en
ninguna pista de baile─
y, lo más importante, igual escribes un libro y todo.
Así fue como yo
lo hice y así os lo recomiendo.
Y obtuve cosas
tan gratificantes como publicar UN PUÑADO DE AMIGOS Y DOS CEREZAS en
Amazon ─una larga historia, os lo aseguro─, que rápidamente firmó contrato con
la prestigiosa editorial
Penguin Random House; arrancar un montón de
carcajadas; amigos por toda la red; reseñas tan
maravillosas como las de
Analiz, de La biblioteca de Analiz y la de Isabel María Sierra García, de La Caja
de los
Libros, y mucha, mucha satisfacción.
Ya os las
mostraré ─las reseñas, quiero
decir─ otro día, que por hoy ya
está bien.
Y sí, no te pongas
así, hablaremos también de cómo ligarse a un chico o chica en tres minutos.
Besos y hasta
otro día.
¿