Tengo más noticias. No penséis que os vais a librar de mí tan fácilmente. Estoy feliz y encantada con esta reseña que ha publicado Antonio Ubero en el suplemento literario de La Opinión de Murcia. Mil gracias, Antonio.
UN LUGAR COMÚN ENTRE LOS ESCRITORES es el
del impulso creativo que sienten en la antesala del sueño.
esa lucidez repentina que alienta las palabras y que,
por desgracia, se esfuma nada más saltar de la cama en
busca del lápiz y la libreta para escribirlas. para vencer
esa caprichosa e irritante experiencia sólo hay dos métodos:
o dormir con los artes de escritura bajo la almohada,
o no dormir. ambas soluciones son realmente
incómodas, porque no hay muchos escritores como
balzac, que dormía poco o nada; ni ayuda a soportar
un día de trabajo andar durmiendo a ratos, y con un lápiz
clavado en el cogote.
otra cosa es que
las circunstancias
de la vida te quiten
el sueño, y se dedique
ese tiempo
de vigilia a conjurar
los malos pensamientos
con la terapéutica labor de
escribir. si además ese escritor accidental
carece de presunción, es posible
que la noche engendre prodigios.
Y si no que se lo digan a Rosa Grau, una escritora alicantina
que está cosechando un inesperado éxito con
su primera novela, Un puñado de amigos y dos cerezas,
escrita en noches como las descritas antes. Harta de acarrear
pesadumbres por los pasillos de su casa durante
interminables madrugadas, grau decidió rendir un
homenaje a quienes han formado parte de su vida. Y el
resultado es una novela refrescante, sencilla, sincera y,
sobre todo, interesante por cuanto anuncia un valor que
puede ofrecer muchas y sorprendentes sorpresas en el
futuro.
es una novela cercana en la que muchos lectores se
sentiran identificados y que, sin alardes ni sofisticaciones,
llega directamente al corazón.
